domingo, 31 de enero de 2010

El miedo

Hola de nuevo,
después de un tiempo sin escribir, aquí vengo con nuevas historias..
Os dejo un cuento muy curioso, que describe con todo detalle, como nos vendan los ojos nuestros miedos...

Tshunulama era una muchacha que sentía su corazón esclavizado por una relación de amor.
Y por más lágrimas que sus ojos derramaban, y por más que su mente le decía que tenía que soltar y nacer a la verdadera independencia, su corazón no sabía cómo salir del torturador apego que padecía. Noche tras noche, tan solo experimentaba un recuerdo obsesivo de aquel hombre ante el que se sentía ignorada y humillada.
Tshunulama se había convertido en una esclava del recuerdo, agarrada a una cuerda de su memoria, de la que no podía soltar su mano aferrada. Soltar...Tan sólo de pensarlo el miedo aterrador la invadía.
Pero un buen día soñó con un anciano de ojos profundos y de mirada familiar y sabia que le decía:
–Basta, no temas, suelta la cuerda que ata tu vida y esclaviza tu alma.
–No puedo– respondió Tshunulama, viéndose a sí misma colgada de aquella cuerda–. Me da miedo, caería, siento que me moriría... es superior a mí.
–No es así –contestó él–. Desde que tu corazón se siente esclavo, has dejado de vivir tu propia vida. Eres capaz de soltar. Cuando lo hagas, sabes en lo más profundo que sentirás un gozo intenso y la paz que mereces.
Tshunulama sintió que podía ver con claridad sus miedos:
–“¿Deseo realmente la libertad y la autonomía como para arriesgar lo que tanto aprecio? ¿Cómo puedo estar segura? ¿Qué quiero realmente de la vida? ¿Para qué he nacido?”. Sin darse cuenta, su mente se ensanchaba... Poco a poco, comenzó a sentir sus dedos más sueltos y empezó a permitir que algo profundo aflojara su mano aferrada, mientras sentía una brisa de paz.
Confiando en su intuición, aflojó el último dedo y, de pronto, observó que nada sucedía. Comprobó que permanecía exactamente donde estaba, y entonces se dió cuenta, atónita, de que había estado todo el tiempo sobre el suelo. Sus miedos tan sólo habían existido en su mente... Podía salir, abrir puertas y ventanas, y respirar la fuerza de la vida en su interior. Todo el Universo renacía en el rostro sonriente de una nueva Tshunulama.